¿Te pasa algunas veces que a mitad del día encuentras que el
cansancio y sueño se apoderan de ti, generalmente después de comer,
impidiéndote que puedas seguir estudiando o haciéndotelo muy difícil?
(Si ambos síntomas son una constante a lo largo de todos los días lo
abajo expuesto no reportará ningún beneficio y habrá que buscar qué
causas mentales o físicas causan ese bajo nivel de energía) ¿En esos
momentos te resulta muy difícil concentrarte incluso para leer? De ser
así, el contenido de este artículo puede ayudarte.
Utilizo la siesta como un reconstituyente a mitad del día justo en
ese momento, generalmente después de comer, en el cual el cansancio de
toda la mañana y el sueño se apoderan de mí. Incluso en períodos de gran
actividad y de nivel de energía alto, siento la necesidad de reposar
durante unos minutos. Recuerdo las siestas de 2 ó 3 horas que aún siendo
niño y no tan niño llegaba a echarme. Ahora no podría con algo así. Si
duermo 1 hora a mitad del día en la actualidad, me levanto mucho peor de
lo que me he acostado. Una hora es mucho más de lo que considero una
siesta beneficiosa para mí.
La duración ideal en mi caso es de unos 15 minutos. Tiempo suficiente
para no entrar en sueño profundo. Algunas veces puedo extenderlo 5
minutos más haciendo un total de 20 minutos. Pero nada más. Otras veces,
con 10 minutos ya he conseguido lo que necesito.
El lugar que elijo para ello siempre es una cama, habitación sin
ruidos y oscura. Me tapo ligeramente ya que creo que algo de temperatura
siempre se pierde al estar tumbado y relajado y, tras poner el
despertador, a dormir. Las primeras veces de hacerlo, no conseguía
dormirme. Mi cabeza no paraba de darle vueltas normalmente a algo que
hubiese estado estudiando durante la mañana. Cosa que está fenomenal
porque significa que se le está dando forma y estructura a lo estudiado
horas antes. Pero con el tiempo no solamente consigo dormirme a los 2 ó 3
minutos de tumbarme sino que incluso me despierto un momento antes de
que el despertador haga su aparición en escena. Esto siempre es de
agradecer por motivos obvios, además de no interrumpir externamente a
mitad de un sueño sino hacerlo de forma espontánea. Luego un poco de
agua fresca en la cara, a lavarme los dientes si me he olvidado de ello
antes de dormir, algunos estiramientos de cuello, brazos, columna y
piernas y listo para seguir estudiando.
Entre las ventajas que encuentro, comparado con no tomar una siesta o
hacerla por un tiempo superior a los 20 minutos, tendríamos: El
levantarme fresco (esto normalmente sólo lo noto tras el golpe del agua
en la cara), sin cansancio, con ganas de seguir estudiando, mi
productividad recupera o se acerca mucho al nivel de la mañana y no
necesito un té para despertar de mi letargo después de la comida.