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domingo, 12 de enero de 2014

ASOCIE LA PERSONA CON SU NOMBRE

La tercera y última etapa es formar un lazo mental adecuado entre la persona y su nombre.
Para los acostumbrados a crear asociaciones no hay dificultades, pero quien educa su
memoria es por carecer parcialmente de esa facultad. En este caso, la práctica continua de los
ejercicios antes indicados desarrolla la cualidad de unir para siempre personas y nombres.
Para relacionar un individuo con su nombre podemos elegir un aspecto de su figura,
profesión, actividad comercial, etc. Naturalmente no siempre es fácil establecer de primera
intención esa conexión. La voluntad puesta al servicio de la ejercitación es el único
procedimiento indicado. Repita, pues, las prácticas para recordar rostros y nombres,
establezca relaciones procurando formar frases de este tipo: La roja nariz de Herrero, La
despectiva mirada de Sollier, La inmutabilidad de Herrick, etc. Además, busque en los
nombres la posibilidad de una asociación natural con palabras de significado derivado.
Supongamos que nos presentan al señor Delgado; aparte del significado concreto del apellido,
podemos sustituir en seguida esta palabra por débil, delicado, enclenque. Por otra parte,
existen muchos sonidos semejantes: delegado, por ejemplo, y así podemos forjar una cadena:
El señor Delgado, delegado de la casa W. M. Jackson, es una persona delicada.
Las posibilidades de establecer tales lazos son ilimitadas y tienen como punto de partida el
reconocimiento de nombres y rostros. Quien cubrió satisfactoriamente ambas etapas debe
aguzar su ingenio. Aquí, la mnemotecnia queda librada a la habilidad del lector para
descubrir similitudes y contrastes

LUCES ROJAS Y AZULES

La función del cerebro es registrar y comprobar. Los sentidos brindan el material necesario,
pero es materia bruta; su aprovechamiento requiere una decantación, un tamizado previo;
mucho de lo recibido es escoria, desaparece sin dejar huellas. Este es el papel del olvido:
seleccionar. Si el individuo conservara íntegro el recuerdo de todas las excitaciones, sería
aplastado por semejante cúmulo. Conserva las necesarias, las útiles por su valor de
adaptación, y el resto se pierde para dejar campo a nuevas experiencias. Esto permite al
estudiante aprender, y en el examen, encontrar la respuesta exacta, después de haber
desechado todas las aproximaciones posibles. El cerebro conserva, confronta, liga recuerdos y
experiencias nuevas; es el magnífico tablero de control de esa gran central mecánica que es el
ser.
Si el cerebro fuera de cristal, transparente, y si la excitación se iluminase con una luz roja y la
inhibición con otra azul, veríamos en la superficie de los grandes hemisferios un mosaico
luminoso de dos colores; en unas zonas arabescos de complicados puntitos, en otras dibujos
más grandes, de formas extravagantes y fantásticas. En algunos sitios observaríamos el
mosaico en rápido movimiento, en permanente y alternativo cambio, en ininterrumpido
juego de colores rojo y azul; en otras regiones las manchas coloreadas nos parecerían
inmóviles. El doble principio de elaboración y olvido se aclara con esta imagen. El excitante,
por más fuerte, se desparrama con mayor rapidez, pero arrastra como irreparable compañero
el olvido, el sueño de las células, que puede abarcar extensas zonas o concretarse en un punto.
El cerebro vive, pues, entre el sueño y la vigilia, en constante desgaste y recuperación.
Abrimos una ventana al mundo exterior y cerramos otra. La memoria y el olvido pugnan por
vencer: las luces rojas son las células que trabajan, fijan y relacionan recuerdos; las azules,
células que agotadas o poco ejercitadas se liberan de todo esfuerzo, se aíslan del resto para
reponerse.

LA VISITA DEL SEÑOR HEILBRUNNER

La piedra grabada guarda indeleble las huellas del cincel; la sabiduría popular de los
proverbios nos enseña que palabras escritas en la arena se las lleva el viento. ¿Cuál de estas
condiciones corresponde al sistema nervioso? La segunda. El cerebro es plástico, recibe
voluntarioso toda impresión que los sentidos recogen; pero en su propia plasticidad guarda,
por inercia, la tendencia a volver al estado primero, a borrar toda huella que no abrió
profundos surcos. Imaginemos el taller del vidriero que paciente prepara el arabesco de las
piezas que el mercado disputará. Su imaginación se concreta en finos trazos que quitan parte
de la cera con que cubriera el cristal. Así, el dibujo tiene la duración de las palabras escritas
en la arena; lo sabe y no confía en tan simple medio. Sumerge la pieza en agua regia: el ácido
corroe las partes señaladas. Aquí no termina la tarea. Es necesario dar vida a la obra y el color
se impone. El esmalte debe resistir todo uso y para ello entrega la pieza al calor del horno que
lo fragua indeleble con el cristal. Estas operaciones hacen que perdure la obra, y en nuestro
sistema nervioso también dos operaciones aseguran la conservación de las impresiones: la
penetración y el refuerzo de la impresión.
El perfecto funcionamiento de los órganos sensoriales y la integridad orgánica del sistema
nervioso aseguran de hecho la penetración. Ningún estímulo se pierde y los nervios lo llevan
a su respectivo centro. El número de impresiones que nos solicitan es ilimitado; todas, en
principio, tienen igual posibilidad de fijarse, pero el cerebro no actúa como placa fotográfica.
Su función es inteligente, de adaptación a las necesidades del individuo, proceso que cumple
seleccionando las impresiones según su grado de importancia.
¿Cómo comprueba ese grado de importancia? Por la atención que prestamos a uno u otro
suceso. Cuando nos concentramos en una lectura toda vocinglería, el ruido de la calle, pasan
inadvertidos. Mas el solo olor a quemado nos hace saltar de nuestro asiento. Instintivamente
el reflejo de conservación se sobrepuso al interés de la lectura. Esa sensación que llegó
confundida con otras que no reconocíamos se impuso por su importancia. Vemos, pues, que
la atención enfoca, por así decirlo, el campo de la conciencia sobre un determinado objeto,
pero no anula la posibilidad de saltar a otro de mayor trascendencia. En el estudiante
distraído, en el comerciante que olvida pedidos, falta el esfuerzo voluntario de atención.
Si la penetración depende casi exclusivamente de factores orgánicos, no ocurre lo mismo con
el refuerzo de la impresión. Aquí representa su gran papel la ejercitación. Tenemos en
perspectiva un buen negocio y nos presentan la persona indicada para realizarlo. El amigo
común introduce al futuro cliente dando su nombre, profesión, e indica con breves alusiones
la prisa que tiene al decirnos que viaja a Brasil en el próximo avión. Debemos ser explícitos y
no perder tiempo; lo requiere la prisa del visitante y nuestro interés en la operación a
concretar. Apresurados, pues, volcamos nuestra atención en las condiciones del contrato a
formular; omitimos parcialmente al visitante, que expuestas sus razones se retira. Llegado el
momento de llamar a su alojamiento o de escribirle: ¿Cómo se llama...? ¿Es abogado,
ingeniero...? ¡Pequeñas y grandes dificultades! La corrección, la seriedad, no permiten tales
omisiones y resulta, que por ellas o por no querer cometerlas, perdemos una provechosa
operación ¿Qué hubimos de hacer? Simplemente ayudar nuestra memoria, reforzar la
impresión de esos detalles triviales, pero imprescindibles. En el transcurso de la conversación
decíamos: "Nuestro interés, señor..." "El crédito de la casa exige..." "La calidad de nuestra
producción..." Y debíamos decir: "Nuestro interés señor Heilbrunner exige..." "El crédito de la
casa, señor Heilbrunner..." "La calidad de nuestra producción, señor Heilbrunner..." Así, al
par que corteses y amables, el apellido Heilbrunner llega una y muchas veces a nuestros
centros cerebrales, la impresión está reforzada, y las células asaeteadas por la percepción
correspondiente a Heilbrunner no dejarán escapar este grupo de sonidos, lo conservarán
tenazmente. Además, cuando durante la entrevista tomamos anotaciones, debimos escribir
varias veces Heilbrunner, y la impresión auditiva se convierte así en visivo-motora. Es ley en
psicología que cuantos más sentidos componen un recuerdo con mayor fuerza se graba

¿ES USTED BUEN TESTIGO?

Ocurre a menudo que nos requieren para dar testimonio de un hecho cualquiera. La
importancia del mismo exige precisión en las respuestas. Grabado profundamente en la
memoria, al herir la sensibilidad el acontecimiento creó un estado afectivo. Dolor y lástima
ponen su sello a la evocación, y cuanto más inusitado fue el acontecimiento, con mayor
abundancia acuden las imágenes a la mente. Sin embargo, todo aconteció hace mucho tiempo;
nuevas sensaciones, innumeras alegrías suplantaron al estado de depresión. En el momento
de la evocación se presentaron claros todos los factores accesorios: sabemos día, hora, lugar,
y muchas veces nos sorprendemos de recordar esos detalles. ¿Les prestamos atención en
aquel momento? Indudablemente no; carecían de importancia. Si fue un accidente
procuramos entonces socorrer a los heridos y nada más. Pero ahora los precisamos y en ellos
hace hincapié el oficial de justicia. Describimos situando el acontecimiento dentro de un
marco de espacio y tiempo: lugar y época.
Quitemos a la evocación estas características. ¿Cuándo fue...? ¿Dónde...? ¿Nos ocurrió a
nosotros, nos relataron o leímos el suceso? Toda la gama de las imprecisiones nos asalta.
Sabemos algo y no sabemos cómo. Evocamos fantasmas, pues la realidad aparece divorciada
del acontecimiento. Pero en el momento que agregamos el complemento de época y lugar
todo cambia: vivimos nuevamente el acontecimiento, sentimos su peso. Virgilio escribió: No
hay mayor dolor que recordar el tiempo feliz en la miseria. La frase sintetiza todo el proceso
psicológico. Los estados de ánimo pasados vuelven y contrastan con la realidad presente:
fuimos felices y somos desdichados. El antagonismo destaca los relieves de ambas
situaciones y la diferencia se vuelve manifiesta. En el contraste reside, pues, la localización
del recuerdo; sin este factor quedará perdido, brumoso, como un relato oído sin saber dónde.
Si la similitud de acontecimientos es acicate para la evocación, el contraste —cuanto mayor,
mejor actúa— precisa el momento y el lugar

LA HUCHA DEL AVARO

El dinero tiene valor mientras circula; la hucha del avaro deja perecer de hambre a su dueño.
Así, por profundamente grabado que esté un recuerdo de nada vale si no podemos hacerlo
aparecer, ponerlo en circulación. La evocación es el proceso que actualiza los conocimientos
adquiridos, y aunque la comparación parezca grosera, con el funcionamiento de un archivo
podemos comparar su proceso. Los recuerdos no se amontonan como las hojas que en otoño
el viento arremolina, sino se disponen como ordenados legajos. Cuando solicitamos al
archivero un documento, consulta primero su índice general; obtenida la denominación del
legajo busca después en el índice especial la característica que distingue al documento pedido
de otros similares y sin vacilaciones lo pone en nuestras manos. Procedió por sucesivas
aproximaciones y encadenamientos. Un dato da la clave de otro, y éste permite ubicar lo
pedido. En sus grandes rasgos, la mente procede de este modo. Veo un hombre en la calle y
en seguida me recuerda un amigo por su manera de vestir. En este caso el factor reproductor
es la imagen percibida en la calle, que por analogía, es decir, por ciertos rasgos comunes,
despierta el recuerdo que conservo de mi amigo. Tenemos, pues, una asociación, un
encadenamiento por semejanza. En cambio, si al ver una persona evoco su nombre, si una
palabra reproduce la que sigue en un verso, hablamos en seguida de contigüidad. La
asociación por contigüidad es fruto de la experiencia, pues resulta más íntima cuanto más
frecuente fue la repetición
conjunta de fenómenos ligados entre sí. En el ejemplo que
diéramos para grabar un nombre, la palabra Heilbrunner está indisolublemente unida al
crédito de la casa, a la calidad de nuestra producción, a los apuntes tomados; y cada vez que
estas imágenes actúen, el nombre de nuestro cliente también será evocado. La prontitud y
precisión de la evocación estará en razón directa con el número de asociaciones. Cuanto más
apuestas hace el jugador en la ruleta, mayor es su posibilidad de acertar. Del mismo modo,
cuanto mayor número de impresiones se asocian a un recuerdo, más pronta y fácil es la
evocación. En una palabra, podemos resumir estas condiciones fundamentales para quien
desea educar su memoria en dos reglas:
1) Toda representación tiende a reproducir otra representación que se le asemeja.
2) Tiende, además, a reproducir otras, a las cuales está ligada por la experiencia.

¿COMO RECORDAMOS?

La suerte del cerebro es sufrir continuas modificaciones. Tales cambios pueden recordarse en
ciertas circunstancias; las ideas, las imágenes, las sensaciones, las emociones, que en un
momento dado de la vida se han fijado en la memoria, pueden reaparecer
Algunos ejemplos de las asociaciones que pueden venir a la mente cuando observamos un
objeto. Su número es ilimitado: sólo depende de la atención y conocimientos del observador.
Cuanto más relaciones establecemos, con mayor fuerza se graba el recuerdo

Sin embargo, es preciso distinguir dos clases de reproducciones: el recordar y el recordarse.
He observado la estatua de la Libertad en el puerto de Nueva York por primera vez, hace
diez años; me detuve buen rato, analicé cada uno de sus detalles escultóricos, busqué la
explicación de sus alegorías, seguí con mis propias manos el contorno de algunos de los
relieves; la imagen motora se conservó en mis centros nerviosos. Si paso hoy frente a la
estatua de la Libertad, se formará en mi cerebro una imagen visual-motora, más o menos
nueva, pues en realidad sólo la vi al pasar —y la cantidad de los elementos que la
compongan serán antiguas imágenes elementales resucitadas—. Esas imágenes son
actualizadas por los mismos estímulos que hace diez años las produjeron. De hecho, no soy
yo el que recuerda, es el monumento mismo, o mejor su presencia, lo que despierta las
modificaciones otrora sufridas por un grupo de mis células cerebrales.
Cuando me detuve por primera vez ante el monumento casi todos mis sentidos aportaron
excitaciones; comparé la figura con las de otros monumentos, recordé lo aprendido acerca de
las circunstancias en que se erigió la estatua. Ahora, sin detenerme en un prolijo examen, el
conjunto de los conceptos elaborados aparece claro y neto. Nada falta, instantáneamente la
presencia del monumento, el estímulo directo, actualizó viejos recuerdos.
Pero estos recuerdos pueden
también aparecer por estímulo indirecto; puedo yo
mismo
recordar. Bastará para ello un lugar, una palabra, una fecha, algo que tenga relación con el
monumento. Así, la palabra Libertad leída en un periódico, evoca en mí siempre la misma
imagen visual, bastante confusa en sus contornos, pero relativamente clara en el centro. En
esa parte mejor precisada veo
la antorcha de la
estatua, a la izquierda una masa de
rascacielos, a la derecha navíos anclados, en el centro un
enorme basamento blanco. En
medio de todo el conjunto, augusta e imponente, la figura de la Libertad. Mi imagen visual
está completamente deformada, sé muy bien que desde el sitio en que me considero colocado
no vería realmente lo que imagino. Pero lo importante para mí es mostrar cómo la palabra
Libertad
impresa me recuerda siempre la estatua
del puerto de Nueva York. Esto ocurre
porque la imagen visual, y muy particular del monumento, entra en la imagen panorámica,
que no fue sorprendida por los ojos, sino forjada por la imaginación gracias a un acopio de
imágenes elementales, de colores y formas. Siempre esta composición se me aparece en sus
rasgos esenciales, está ligada, indisolublemente, sin que sepamos cómo ni por qué a la
palabra Libertad. Existe en mí una relación entre el significado de esa palabra y una
representación visual de una parte de Nueva York.
De este modo, mi memoria se comporta, pues, como una carga potencial, como la fuerza de
un explosivo, latente hasta el momento del choque o la ignición. Es absolutamente imposible
recordar una serie o conjunto de representaciones mentales, si uno de sus elementos no
resulta actualizado por una excitación exterior; después, la mayor o menor fidelidad de la
reproducción dependerá pura y exclusivamente de la solidez de los lazos que unan las
imágenes entre sí, de la atención que acostumbramos a prestar a las cosas, de la mayor o
menor ejercitación de nuestra memoria.

¿COMO ESTUDIA USTED

La pregunta parece pueril, pero no siempre todos los estudiosos saben estudiar. La práctica
educativa nos enseña cuántas dificultades presentan las lecciones aun para los estudiantes
más inteligentes La falla a veces está en la poca amenidad de la lectura y casi siempre en la
falta de método del lector. El primer impedimento lo salva la acertada elección de libros
gracias al consejo de personas experimentadas; el segundo, la meditación y el ejercicio.
¿Es usted un tragalibros? ¿Reflexiona sobre lo leído después de cada frase, cada parágrafo,
cada capítulo o concluida la obra? La respuesta a estos interrogantes aclara todos los enigmas.
Si usted traga los libros, y las lecturas se suceden sin orden, olvida porque no comprende la
intención general de la obra, y sólo recuerda algunos pocos pasajes que lo impresionaron
vivamente, y muchas veces sin conexión entre ellos. La lectura debe ser pausada, pues de lo
contrario, atosiga, como el alimento que comemos de prisa. Además, discretas interrupciones
para fijar la atención en otros hechos, procuran descanso y dan lugar a que el subconsciente
elabore lo leído.
Algunas personas se detienen a reflexionar sobre cada frase. El procedimiento, aunque
aparentemente sesudo, es inconveniente. Nunca una frase representa una unidad completa;
depende de lo antes dicho y del texto que sigue. Aislada es como estudiar la arquitectura de
una catedral arrancando ladrillo por ladrillo. Otros prefieren analizar cada parágrafo; aunque
conveniente, es más adecuado analizar cada capítulo, pues los parágrafos son el andamiaje
menor de la idea directriz, y ocurre a veces que nos llevan, considerados por separado, a
sutilezas innecesarias. Por último, el momento de verdadera y necesaria reflexión llega
cuando se concluye de leer la obra. Entonces sí, analice, pese las ideas contenidas, haga la
crítica, y después, aunque hayan quedado varias cuestiones sin aclarar, deje el libro para otra
oportunidad. El subconsciente representa aquí un gran papel: tiempo después,
comprendemos cosas que no descubriéramos leída la obra. Además, otras lecturas
posteriores aumentan la comprensión. Vuelva entonces al libro, y la segunda lectura será
verdaderamente provechosa.
Muchas personas tienen la costumbre de tomar notas aisladas; de muy poco o nada sirven.
Una pila de materiales no es una casa. Resuma por escrito cada capítulo y así, terminada la
lectura, tendrá un esquema básico que fue el del autor al planear la obra. Tendrá la idea
madre, libre de las comparaciones y frases accesorias que en el texto ayudan a presentarla.
Ahora, muchos de ustedes se preguntarán: ¿Qué relación guarda la lectura con la
mnemotecnia? La respuesta involucra la finalidad de este apartado, pues si los ejercicios
fueron bien practicados y desarrollaron la memoria, el intelecto, la contraprueba está en el
grado de aprovechamiento de lo leído Las reglas por nosotros estudiadas son de indiscutida
utilidad, sirven prácticamente, pero nunca pueden ser la finalidad de una persona que desea
tener buena memoria. Sirven como guía y ejercicio; su paciente repetición desarrolla las
facultades naturales, despierta el juego de luces rojas y azules del cerebro, desarrolla la
atención, prepara para recordar sin ayuda de artificios.
Después de la fractura de una pierna, soldado el hueso, el médico ordena caminar con ayuda
de bastones. La razón está en los músculos debilitados por una forzada inactividad. Arrojar
los bastones es el primer gesto del paciente, recuperada la antigua flexibilidad de los
miembros. Arrojar lejos de sí los argumentos mnemotécnicos debe ser, bien ejercitadas las
facultades débiles, la finalidad de quien recurrió a nuestros consejos. Sabremos el momento
de la cura cuando la memoria llene estos tres requisitos:
1) FIEL: devuelva con exactitud y en el momento preciso todo recuerdo que se le haya
confiado, cualidad preciosa en la conversación, transacciones y operaciones comerciales, y en
los demás órdenes de la vida.
2) TENAZ: los recuerdos son durables y las cifras registradas en el cerebro están a su
disposición mientras son útiles.
3) UNIVERSAL: retiene con la misma facilidad hechos, rostros, nombres, direcciones, fechas,
argumentos, precios, detalles, etc.
Estas tres condiciones indican armonía en las funciones cerebrales, y una vez más lo
repetiremos, esa armonía es inteligencia, y la inteligencia se apoya en la ejercitación adecuada
de las facultades débiles.

¿OLVIDA USTED LOS NOMBRES?

Reconocer el rostro de las personas no basta. Recordar sus nombres tiene igual importancia.
Sin embargo, es más difícil para la mayoría recordar un nombre que un rostro. La razón es
simple: en la percepción visual entran mayor número de excitantes que en la auditiva.
Cuando alguien nos habla, hay una continua repetición de imágenes visuales, y el nombre
pronunciado en la presentación se pierde entre el resto de las palabras.
Para obviar esta dificultad, pocas y precisas son las reglas a seguir:
1) Memorice el nombre correctamente, en sus sílabas;
2) No tema pedir que lo repitan;
3) Introduzca continuamente el nombre del interlocutor en la conversación.
Estos medios aumentan el número de veces que con la figura está presente el nombre y su
práctica salva la principal falla de este tipo de memoria: la carencia de repeticiones.
Es casi imposible retener un párrafo en lengua extraña si no sabemos el significado o
relaciones de cada palabra con las de nuestro idioma. Cuanto más concreto, mejor se
recuerda un término. Lo mismo ocurre con los nombres. Debemos, pues, buscarles una
relación. En todo idioma los apellidos pueden ser divididos en dos categorías:
1) Nombres que de suyo significan algo como Herrero, Pino, Casas, Moreno, Costa, Conde,
etc. También en esta categoría caben aquellos que sin tener significado propio Lo adquieren
por extensión, pues uno de sus portadores representa algo característico: Bolívar, Ford,
Gillette, etc.
2) Nombres sin característica propia o que por exóticos no podemos darle significado
concreto como Muñoz, Alí, Sokolovsky, Herrick, Sollier, etc., pero susceptibles de ser
clasificados por su origen español, árabe, ruso, inglés, francés, etc.
Así ordenados, cada nombre queda en nuestra mente soldado a algo concreto; a un contraste,
cuando un señor con buena cabellera se apellida Calvo; un rubio, Moreno, o dispuestos
según su origen. La dificultad inicial de la retentiva de nombres —dijimos— está en el poco
número de imágenes que crean; por ello, siga estas reglas, acuda después a su ingenio e
invente todas las asociaciones posibles. La repetición y la asociación son las vías para
desarrollar este tipo de memoria

NADA HAY NUEVO BAJO EL SOL

En efecto, la mnemotecnia no es, como la bomba atómica, producto de nuestro siglo. Los
antiguos ya la aplicaron, pero en casos excepcionales. En los Vedas, tratados filosófico-
religiosos de los hindúes, se indica la repetición como medio de acrecentar la retentiva; los
griegos se valieron de ella, y entre los romanos, el mayor de sus tribunos, Cicerón, nos dejó
un modelo todavía útil. Sin embargo, sólo fue patrimonio de pocos. Sus mayores sabios
ignoraban acerca de las funciones del cerebro lo que hoy sabe un escolar, y sólo
empíricamente, con la práctica, llegaron a crear un sistema para fijar mejor los recuerdos.
Eran secretos de los grandes oradores, de los filósofos, de aquellos que debían exponer en
público.
Las actuales condiciones de vida invierten los papeles. Todo se vuelve patrimonio de todos.
La complejidad de los mecanismos de uso común da muchas comodidades, pero también
mayores responsabilidades. Para afrontarlas se requiere inteligencia, y la inteligencia es
memoria equilibrada.
A menudo Cicerón preparaba sus largas oraciones de un día para otro. Pronunciadas en el
Foro, sin la ayuda de guías escritas, exigían un esfuerzo de la memoria muchas veces
imposible para un hombre ocupado por múltiples cuestiones de Estado. El gran tribuno
obviaba la dificultad con un método todavía adecuado para quienes deben hablar en público,
y para los estudiantes que preparan una larga exposición: Por su simpleza y generalidad este
procedimiento servirá de ejemplo antes de entrar en las particularidades de la mnemotecnia.
Siempre, lo más difícil de retener son las series de vocablos o frases aisladas con que se
inician los períodos de la disertación. Sin embargo, pueden relacionarse a una serie de
lugares fijados de antemano, que, por la familiaridad o importancia, recordaremos toda la
vida. Estos lugares deben existir en la realidad en el mismo orden, sernos muy conocidos, y
diversos en su forma y naturaleza.
Si imaginamos una casa, fácilmente nos confundiremos con la semejanza de los lugares
(ventanas, puertas, etc.) y no recordaremos dónde ubicamos cada cosa. Tomemos, pues, un
ejemplo más general; los meses nos darán la clave requerida. Son doce y podemos agregarles
las cuatro estaciones del año, así como los siete días de la semana, cuya suma nos da
veintitrés jalones inolvidables. Además, dentro de cada mes o estación podemos precisar
fechas cuya importancia sea verdadera para nosotros; de este modo, sin necesidad de nuevas
asociaciones, tendremos una cantidad de lugares que con una pequeña ejercitación se podrán
enumerar de corrido, en el orden directo o inverso, y sabiendo además qué número les
corresponde. La tarea no es difícil, basta emprenderla y en pocos minutos de trabajo se
tendrá una serie inolvidable que dará cabida a cuanta cosa se quiera recordar. Los lugares
numerados del ejercicio son:
1) Enero.
2) Febrero.
3) Marzo.
4) Abril.
5) Mayo.
... etc., hasta doce, y de aquí se pasa a las estaciones o fechas elegidas hasta
completar el
número de lugares guía deseados. A un amigo encomendamos formar una lista de palabras o
ideas, en este caso los emperadores romanos, que ha escrito y lee una sola vez, teniendo
cuidado de no pasar de un nombre a otro sin previo aviso del ejercitante:
1) Augusto.
2) Tiberio.
3) Calígula.
4) Claudio.
5) Nerón.
... etc.
A medida que el memorista oye un nombre, imagina el objeto o idea que expresa colocado en
el lugar correspondiente, como si lo viera. De este modo se le presenta Augusto con su corte
en enero, hecho que por lo extraño no olvidará; inmediatamente avisa para que el lector pase
a otra palabra: Tiberio y la expulsión de los judíos en febrero; otra, Calígula y el templo de
oro que hizo erigir en su honor en marzo; otra, Claudio y la muerte de Agripina en abril; otra,
Nerón y el incendio de Roma en mayo... El procedimiento no puede ser más rápido, y ya
desde la primera prueba el principiante puede repetir todos los nombres que ha oído una
sola vez por su orden o el inverso, y decir el número correspondiente a cualquiera de ellos.
La mayor dificultad en este ejercicio, y en todos los que presentaremos, está en vencer el
miedo a fracasar: ¡Piense que nada hay imposible, que lo hecho por otros puede hacerlo
usted! En todo aprendizaje el factor psicológico es de capital importancia; la sugestión, aquí
como en todos los órdenes de la vida, desempeña su gran papel.
Este ejemplo, que eligiéramos para la mejor comprensión del procedimiento, se puede
reducir a otros más particulares y concretos. La inventiva del lector puede aprovechar lo
aprendido en viajes, las situaciones profesionales, el conocimiento de la propia ciudad y de
otras, las fechas históricas más sobresalientes de su país, etc. Por vía de ejemplo, supongamos
que los lugares numerados del ejercicio son, para un argentino que considera a Buenos Aires
como punto de referencia:
1) Casa Rosada.
2) Plaza de Mayo.
3) Avenida de Mayo.
4) Plaza del Congreso.
5) Palacio del Congreso.
... etc. Sigue paso a paso el procedimiento anterior y el amigo lee los siguientes nombres:
1) ballena.
2) aeroplano.
3) toro.
4) vidrio.
5) estampilla.
... etc. Así, los contrastes ligan indisolublemente lugar e idea: una ballena en la Casa Rosada,
un aeroplano en la Plaza de Mayo, etc.
Pasemos a otro ejemplo de la misma categoría. Si tomamos en su orden de aparición las
figuras de mayor relieve en la historia de México, tendremos la siguiente serie:
1) Moctezuma.
2) Hernán Cortés.
3) Miguel Hidalgo.
4) José María Morelos.
5) Benito Juárez.
... etc.; y podremos enlazar estos nombres, inolvidables para todo mexicano, con una serie de
ideas o lugares:
1) penicilina.
2) incunable.
3) arteriosclerosis.
4) sucedáneo.
5) miriágono.
... etc.
Por varios caminos se llega a Roma. Otro método topográfico —es el nombre técnico—
conocido también desde los tiempos de Cicerón, es el que hoy llamamos de los figurones, y
que por requerir mayor esfuerzo y ayuda del dibujo, puede ser reservado para reforzar el
hábito de retener que desarrolla el procedimiento anterior. Imagine diez o más figuras de
personajes vulgares, diferentes, sugestivos o ridículos, y muy conocidos (por ejemplo: Don
Quijote, Sancho, Pinocho, etc.), exentos de toda acción, inmóviles y perfectamente poseídos
por el memorista, a los cuales aplica la palabra o acción que quiere recordar. De este modo, al
presentarse a la mente el fantoche, arrastra la idea o palabra cuyo recuerdo necesitamos.

MODELE SU MENTE

Dijimos que la mente es plástica; la arcilla también: en manos de un niño se transforma en
una pelota; bajo los dedos del escultor en la Venus de Milo. La materia es la misma, su
aprovechamiento distinto. Modelemos, pues, nuestro cerebro. La mnemotecnia es el arte de
desarrollar la memoria, sus reglas son fáciles de seguir, sólo exigen paciencia y dedicación. A
diario perdemos horas en las mesas de los cafés o en chácharas sin trascendencia. Ahorremos
un poco de ese tiempo, recurramos a esa facultad tan humana que es la voluntad, y los
resultados compensarán con creces el esfuerzo.
El primer paso para la educación de la memoria es descubrir sus fallas. ¿Olvidamos los
nombres, los rostros, las citas? Las dificultades en el desarrollo de nuestra profesión nos
darán la clave. Un comerciante sólo recuerda la figura, y no el nombre de sus clientes; un
arquitecto, los estilos y no las fórmulas de resistencia de los materiales; un estudiante sabe los
acontecimientos históricos y no puede relacionarlos en el tiempo. Allí está la laguna; toda
dificultad de la memoria encierra su causa, y el análisis de los imposibles indica la porción a
educar. Veamos algunos ejemplos.
Un abogado cuya memoria disminuía en forma alarmante y que temía perder junto con ella
reputación y clientela, se dirigió a un conocido psiquiatra. Entre otras cosas, informó que
siempre había poseído memoria muy débil para los nombres. Además, su comportamiento
reveló que sus facultades sociales estaban mal desarrolladas; interesándose poco por las
personas olvidaba sus nombres, aun cuando en general su memoria para nombres escritos
fuera buena. El remedio prescrito resultó inesperado para el paciente: Desarrolle las
facultades de sociabilidad para mejorar la memoria de los nombres propios.
Otro ejemplo me es personal. Antes tenía mala memoria para las fisonomías y sólo recordaba
los nombres, especialmente el timbre de voz de quien los pronunciara. Esto resultaba
sumamente molesto. Me encontraba con Pedro y creía estar con Pablo. Si las circunstancias
exigían mantener una conversación, hablaba a Pedro de aquello que sabía del interés de
Pablo. "¡Si nunca estudié pintura!" "Jamás estuve en Italia!". Las respuestas, para mí
inesperadas, tenían la virtud de desorientarme y por ello más de una vez estuve en los
límites de lo ridículo. La molestia de caer a menudo en tales confusiones me decidió a
cultivar la facultad débil. Me impuse un castigo: no fumar por una semana después de cada
tropiezo. Eso activó mi voluntad, pues la privación de algo muy arraigado es buen acicate.
Así, después de pacientes ejercicios, llegué a ser buen fisonomista. Pablo es Pablo y Pedro es
Pedro.
Ya se ve el papel que desempeña el interés en la memorización: enfoca la atención sobre la
cosa a retener. Cuando un jefe recomienda a su empleado una tarea delicada, le dice: ¡Ponga
los cinco sentidos! Es decir, concéntrese y no permita que ninguna sensación ajena a la
ocupación robe una fracción de su atención. Sin embargo, a veces la pereza nos inhibe. En lo
biológico todo tiende al mínimo esfuerzo. Hubo grandes perezosos entre los hombres de
valer: A Anatole France le costaba más decidirse a trabajar en una novela que escribirla. Pero
no nos engañemos, en ellos el ingenio valía más que la pereza. Nosotros, el común de los
mortales, tenemos allí un enemigo siempre en acecho; si nos vence fracasamos. La atención
exige concentración, y concentrarse es realizar un gran esfuerzo. Seamos capaces de ese
esfuerzo; apelemos a la voluntad, y con el tiempo se transformará en hábito.
Concentremos, pues, nuestra atención en aquellas cosas que deseamos retener, y la memoria
especial para esa clase de recuerdos se volverá excelente.

Tres claves

La complejidad del proceso mnemónico es más aparente que real.
Cuando nos
acostumbramos al análisis de las funciones de nuestro cerebro, el comportamiento de los
millones de células que presiden la vida inteligente se reduce en su aspecto práctico a un
limitado número de condiciones. Por ello, y en homenaje a la claridad, vamos a estudiar la
memoria en el cuadro de sus tres aspectos capitales: a) conservación; b) evocación; c)
reconocimiento.

ALGUNAS RELACIONES ENTRE LAS IDEAS
DIVISION: Una idea incluye a otra por una característica común que una posee en parte y la
otra totalmente.(primera fila de circulos)

SIMILITUD: Dos ideas poseen algo común o los objetos que representan son de la misma
clase.(Segunda fila de circulos)

CONTRASTE: Dos ideas poseen una característica común pero en grados opuestos.(Tercera fila de circulos)
 

¿CUAL ES SU MEMORIA?

Unos retienen fácilmente las fisonomías, los números, los accidentes, los peligros a que están
expuestos, los males sufridos; recuerdan los compañeros, los placeres mundanos, etc.; pero
olvidan las palabras, los nombres, las convenciones sociales, las fechas, las deducciones
lógicas...
Otros, y en los años estudiantiles fueron tal vez los primeros en historia, retienen las batallas,
las luchas políticas, los combates a que asistieron o de los cuales leyeron alguna relación; se
acuerdan de los reproches, de los cumplidos; conservan fielmente los paisajes, nunca olvidan
los defectos del prójimo; pero se les escapan los nombres de las calles, de los alimentos...
Los terceros reviven a cada instante las melodías; del orador recuerdan la sonoridad y timbre
de la voz; los cantos, los períodos musicales; pero olvidan sus deberes, sus promesas, las
reglas de buena conducta.
En cuarto término hay quienes retienen los nacimientos, las direcciones, los números
telefónicos, los placeres de la sociabilidad, pero olvidan lo leído en los libros, las verdades
científicas, sus deberes...
Por último, los hay que recuerdan especialmente las estadísticas, las luchas políticas, pero
olvidan las reglas de la gramática, las leyes matemáticas...
Así, pues, la pureza de los tipos de memoria es tan hipotética como la racial. Tenemos un
poco de todo; en nada se especializa nuestro organismo. Si los tipos estudiados en los
laboratorios se dieran tal cual en los individuos, de golpe estaría solucionado el problema de
las vocaciones y de la educación mnemónica. ¿Tiene usted buena memoria auditiva? Sea
músico, taquígrafo, etc. ¿Recuerda los rostros, los paisajes? Sea pintor, corrector de imprenta,
busque un oficio que entre por los ojos. ¿Debe trazar imaginariamente el contorno de los
objetos? Elija tareas manuales; la mecánica de precisión requiere tales condiciones. Por
desgracia, con tanta simpleza no se puede dar la solución. Sería en verdad muy práctico, pero
es imposible. La complejidad de la máquina humana lo prohíbe. Tenemos un poco de todo y
también nos falta un poco de todo. Lo que tenemos aquí no nos interesa; está, y nuestro
propósito es adquirir lo que nos falta. El buen fisonomista no precisa desarrollar esa facultad;
el buen matemático no se esfuerza por recordar números; pero a ellos les falta algo, y es su
deber adquirirlo, desarrollar esa facultad mal dotada. La vida moderna es demasiado
compleja, no permite unilateralidades, debemos estar en todas partes. El dueño de un
pequeño taller debe saber suplantar a su oficial; el director de una gran empresa debe estar
capacitado para ponerse, en el caso necesario, al frente de cualquiera de las secciones. Cuanto
más altas son las funciones de un individuo, mayor ductibilidad se le exige.
¿Quiere usted progresar? Mire los grandes ejemplos. Este, de taquígrafo llegó a director de
una gran empresa; aquél, de simple empastador —es el caso de Faraday— se transformó en
el físico más genial de su siglo. Esto se llama ductibilidad del espíritu, y esa ductibilidad sólo
nace de la armonía de las funciones. La salud es producto del buen funcionamiento de todos
los órganos; la inteligencia, del equilibrio de todas las funciones conmemorativas. Quien
armoniza su memoria fortaleciendo los aspectos débiles, apuntala su porvenir

!CLASIFIQUE Y RECORDARA¡

Cortesia de Gratislibros;
El material clasificado es mucho más fácil de recordar que el desordenado. Por conocido,
parece inútil insistir en este hecho. Sin embargo, cuando un estudiante rinde examen, cuando
un empleado da cuenta a su jefe de la tarea cumplida, se pierden a menudo en un verdadero
laberinto. Invierten el orden de sucesión, de causalidad, olvidan puntos fundamentales y se
detienen más de la cuenta en cuestiones accesorias. Lo que pudo ser aclarado con dos frases
se convierte en un largo relato con balbuceos y saltos inesperados. Esto se aplica a todo orden
de actividad mental; por ello cualquier sistema mnemotécnico es bueno, pero a condición de
proceder ordenadamente. El procedimiento, ciceroniano y el de fantoches admiten cierta
libertad, por ser generales y aplicables a muchos casos; mas, en los ejemplos que seguirán, el
orden es la base del éxito. Una mente ordenada ganó la mitad de la batalla por el
mejoramiento de la memoria. 
Concretemos con un ejemplo: observe la figura A durante un minuto y después procure
repetir el nombre de los objetos que están sobre la mesa. Pocos podrán enumerarlos y, con
seguridad, usted está entre ellos. Ahora fije la atención en la figura B durante medio minuto,
y pasado ese lapso, si hubo verdadera concentración, podrá enumerar sin equivocarse los
objetos distribuidos sobre la mesa. En ambos casos se trata de los mismos objetos. En la
figura 3 se encuentran en completo desorden la carpeta junto al lapicero, la pipa con las
botellas; con los libros, las copas, etc. En la figura
4 la mesa presenta otro aspecto: esta
dividida en cuatro secciones, y en cada sección un grupo de objetos afines entre ellos: botellas,
copas, carpeta; paquete de cigarrillos, pipa, cenicero y cigarrillo encendido; lápiz, lapicero,
tintero, escuadra; libros, periódico. El tiempo que diéramos para retener esta imagen fue
justamente la mitad que en el caso anterior, y con seguridad, su memoria se comportó
admirablemente. Ensaye este ejercicio con los muebles de su cuarto, los libros de una
estantería, una serie de fotografías, y verá cuán importante es el orden.
En el orden reside la base de toda educación mnemónica, y después de estudiar nuestro tipo
de memoria, de habernos convencido de sus fallas, acostumbremos nuestra mente al orden,
hábito que también será útil para cualquier circunstancia de la vida. Acostumbrados a
clasificar percepciones y recuerdos, cualquier
medio bastará para desarrollar una buena
memoria
 

La función de la memoria

MNEMOTECNIA - La función de la memoria 
A principios del año 1906 el cable difundió por Europa y América la noticia del suicidio de
Ludwig Boltzmann. El renombrado físico austriaco se había arrojado de un tren expreso en
plena marcha. La declaración de los testigos no dejaba dudas: quiso la muerte. En los círculos
científicos la consternación fue grande; si anonadaba lo irreparable de la pérdida, más
sorprendía la decisión del sabio. Durante las honras fúnebres se procuró ocultar la trágica
determinación de Boltzmann, pues en el mundo de las ciencias no son comunes estas
resoluciones extremas. Sin embargo, pocos conocían los motivos del suicidio. Físico teórico,
matemático de alto vuelo, Ludwig Boltzmann vivía obsesionado por la gradual pérdida de su
memoria. Lo que un hombre de negocios soluciona con el cuaderno de notas, para un
profesor es irremediable. Olvidar una fórmula frente al auditorio, no recordarla aunque sea
el disertante su creador, despierta el mudo reproche de las miradas. ¡Un sabio no tiene
derecho a tales deslices! Boltzmann lo sabía, la condescendencia de los ayudantes y
discípulos hería su amor propio y, durante el viaje, mientras reflexionaba una vez más sobre
el tema que desarrollaría en la Academia Prusiana de las Ciencias, apareció la temida laguna.
¿Y si el olvido se producía en el momento de la recepción? ¿Un recipiendario que no
recuerda sus propias investigaciones? Los sabios no son siempre los seres más reflexivos; la
ciencia exige un gran apasionamiento y nunca sabemos a dónde conduce una pasión.
Boltzmann tenía una sola herramienta de trabajo: su inteligencia. Sin memoria no hay
inteligencia, y al lento crepúsculo de la senilidad prefirió la muerte.
En la historia no abundan tales ejemplos; mas la lucha de un gran hombre contra su
decadencia orgánica ilustra bien la importancia de la memoria y de su conservación. Una
memoria feliz es fundamental en todos los órdenes de las actividades sociales: profesionales,
estudiantes, comerciantes, el común de la gente, gozan y sufren por la presencia y ausencia
de ese privilegio. La naturaleza no nos provee a todos por igual: en cuerpos débiles alberga
espíritus poderosos; en mentes lúcidas, inexplicables lagunas. Empero, todos poseemos la
materia básica. Cada niño es un ser que la educación y el medio moldean, cada cerebro
humano maravillosa maquinaria cuyo rendimiento condicionan herencia y ejercitación.

¿COMO RECORDAR ROSTROS?

Gracias  una amiga que encontr esta web en la que nos vienen un monton de articulos sobre el tema que voy a repostear aqui para superar los 600 articulos buscados en la red o creados por mis colaboradores y yo. 
 
A Gustavo Doré, el ilustrador del Quijote, de la Divina Comedia y de muchas otras obras
famosas, le bastaba estar unos minutos con una persona para después reproducir su rostro
con absoluta fidelidad. Esto requiere especial talento, cuyo desarrollo, sin embargo, está
condicionado por la ejercitación. Los caricaturistas están en el mismo caso. Nosotros no nos
proponemos perfeccionar talentos, pero para la retención de fisonomías es conveniente
seguir algunos de sus procedimientos. Dibujar en seguida todo rostro nuevo sería el
procedimiento ideal por la cantidad de sentidos y procesos cerebrales que ello representa.
Mas, la dificultad es patente: no podemos agregar el estudio del dibujo a nuestras múltiples
ocupaciones.
El procedimiento más sencillo es bosquejar por escrito esa cara, deteniéndonos
particularmente en el color de los ojos, cabellos, forma de la nariz y la boca. La costumbre nos
hará buenos observadores y pronto descubriremos detalles que antes pasaban inadvertidos.
Para no extraviarnos en tanteos ni desvirtuar la finalidad práctica de la tarea, debemos tener
muy presentes las siguientes consideraciones:
1) Observar una persona con el propósito de preparar una detallada descripción de ella.
2) Escoger primero a un familiar o personas que conozcamos muy bien.
3) No dejar transcurrir mucho tiempo entre la observación y la descripción.
Para su aprovechamiento, estas tres reglas deben transformarse gradualmente en otras más
complejas:
1) Escoger una persona conocida hace mucho tiempo y de la cual no se tuvo la intención de
trazar un cuadro;
2) Que esa persona no tenga frecuente trato con nosotros, hasta llegar a ser la primera que
pase por nuestro lado;
3) Dejar transcurrir mucho tiempo entre el conocimiento y la descripción.
Ahora bien, concluida la descripción, ¿resulta exacta? Por cierto que no; pero el ejercicio
continuado aguza la atención y prepara el cerebro para retener. Además, nuestros ojos se
acostumbran a ver y descubren rasgos característicos que valen para el reconocimiento tanto
como el fiel recuerdo del rostro: nariz enorme, enrojecida, ganchuda; boca firme, desdeñosa,
burlesca; mirada soñadora, fría, inquisidora. Toda caricatura nos recuerda en seguida al
personaje real: un mentón prominente y duro a Mussolini; un bigotito y un mechón de
cabello caído sobre la frente a Hitler; un cigarro habano a Churchill. El dibujante captó esas
cualidades esenciales, y todos sabemos a quiénes representan, porque inconscientemente
también habíamos observado esas características. La finalidad de la ejercitación es volver
consciente, voluntaria, la observación inconsciente.
Para este fin, los minutos que pasamos en camino a nuestras ocupaciones pueden ser bien
usados: en el tranvía, en el tren, cultive el hábito de estudiar el rostro de las personas que van
sentadas frente a usted. Mire sus ojos, su boca, y procure describirlos mentalmente. Como es
común que ellos también viajen a diario y a la misma hora, trate de reconocerlos la próxima
vez, y así, varíe a diario el sujeto de experimentación. Por último, mire siempre la cara de su
interlocutor, pues así usted revela educación y firmeza de carácter, y ejercita su memoria
para recordar rostros