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domingo, 12 de enero de 2014

ASOCIE LA PERSONA CON SU NOMBRE

La tercera y última etapa es formar un lazo mental adecuado entre la persona y su nombre.
Para los acostumbrados a crear asociaciones no hay dificultades, pero quien educa su
memoria es por carecer parcialmente de esa facultad. En este caso, la práctica continua de los
ejercicios antes indicados desarrolla la cualidad de unir para siempre personas y nombres.
Para relacionar un individuo con su nombre podemos elegir un aspecto de su figura,
profesión, actividad comercial, etc. Naturalmente no siempre es fácil establecer de primera
intención esa conexión. La voluntad puesta al servicio de la ejercitación es el único
procedimiento indicado. Repita, pues, las prácticas para recordar rostros y nombres,
establezca relaciones procurando formar frases de este tipo: La roja nariz de Herrero, La
despectiva mirada de Sollier, La inmutabilidad de Herrick, etc. Además, busque en los
nombres la posibilidad de una asociación natural con palabras de significado derivado.
Supongamos que nos presentan al señor Delgado; aparte del significado concreto del apellido,
podemos sustituir en seguida esta palabra por débil, delicado, enclenque. Por otra parte,
existen muchos sonidos semejantes: delegado, por ejemplo, y así podemos forjar una cadena:
El señor Delgado, delegado de la casa W. M. Jackson, es una persona delicada.
Las posibilidades de establecer tales lazos son ilimitadas y tienen como punto de partida el
reconocimiento de nombres y rostros. Quien cubrió satisfactoriamente ambas etapas debe
aguzar su ingenio. Aquí, la mnemotecnia queda librada a la habilidad del lector para
descubrir similitudes y contrastes