La piedra grabada guarda indeleble las huellas del cincel; la sabiduría popular de los
proverbios nos enseña que palabras escritas en la arena se las lleva el viento. ¿Cuál de estas
condiciones corresponde al sistema nervioso? La segunda. El cerebro es plástico, recibe
voluntarioso toda impresión que los sentidos recogen; pero en su propia plasticidad guarda,
por inercia, la tendencia a volver al estado primero, a borrar toda huella que no abrió
profundos surcos. Imaginemos el taller del vidriero que paciente prepara el arabesco de las
piezas que el mercado disputará. Su imaginación se concreta en finos trazos que quitan parte
de la cera con que cubriera el cristal. Así, el dibujo tiene la duración de las palabras escritas
en la arena; lo sabe y no confía en tan simple medio. Sumerge la pieza en agua regia: el ácido
corroe las partes señaladas. Aquí no termina la tarea. Es necesario dar vida a la obra y el color
se impone. El esmalte debe resistir todo uso y para ello entrega la pieza al calor del horno que
lo fragua indeleble con el cristal. Estas operaciones hacen que perdure la obra, y en nuestro
sistema nervioso también dos operaciones aseguran la conservación de las impresiones: la
penetración y el refuerzo de la impresión.
El perfecto funcionamiento de los órganos sensoriales y la integridad orgánica del sistema
nervioso aseguran de hecho la penetración. Ningún estímulo se pierde y los nervios lo llevan
a su respectivo centro. El número de impresiones que nos solicitan es ilimitado; todas, en
principio, tienen igual posibilidad de fijarse, pero el cerebro no actúa como placa fotográfica.
Su función es inteligente, de adaptación a las necesidades del individuo, proceso que cumple
seleccionando las impresiones según su grado de importancia.
¿Cómo comprueba ese grado de importancia? Por la atención que prestamos a uno u otro
suceso. Cuando nos concentramos en una lectura toda vocinglería, el ruido de la calle, pasan
inadvertidos. Mas el solo olor a quemado nos hace saltar de nuestro asiento. Instintivamente
el reflejo de conservación se sobrepuso al interés de la lectura. Esa sensación que llegó
confundida con otras que no reconocíamos se impuso por su importancia. Vemos, pues, que
la atención enfoca, por así decirlo, el campo de la conciencia sobre un determinado objeto,
pero no anula la posibilidad de saltar a otro de mayor trascendencia. En el estudiante
distraído, en el comerciante que olvida pedidos, falta el esfuerzo voluntario de atención.
Si la penetración depende casi exclusivamente de factores orgánicos, no ocurre lo mismo con
el refuerzo de la impresión. Aquí representa su gran papel la ejercitación. Tenemos en
perspectiva un buen negocio y nos presentan la persona indicada para realizarlo. El amigo
común introduce al futuro cliente dando su nombre, profesión, e indica con breves alusiones
la prisa que tiene al decirnos que viaja a Brasil en el próximo avión. Debemos ser explícitos y
no perder tiempo; lo requiere la prisa del visitante y nuestro interés en la operación a
concretar. Apresurados, pues, volcamos nuestra atención en las condiciones del contrato a
formular; omitimos parcialmente al visitante, que expuestas sus razones se retira. Llegado el
momento de llamar a su alojamiento o de escribirle: ¿Cómo se llama...? ¿Es abogado,
ingeniero...? ¡Pequeñas y grandes dificultades! La corrección, la seriedad, no permiten tales
omisiones y resulta, que por ellas o por no querer cometerlas, perdemos una provechosa
operación ¿Qué hubimos de hacer? Simplemente ayudar nuestra memoria, reforzar la
impresión de esos detalles triviales, pero imprescindibles. En el transcurso de la conversación
decíamos: "Nuestro interés, señor..." "El crédito de la casa exige..." "La calidad de nuestra
producción..." Y debíamos decir: "Nuestro interés señor Heilbrunner exige..." "El crédito de la
casa, señor Heilbrunner..." "La calidad de nuestra producción, señor Heilbrunner..." Así, al
par que corteses y amables, el apellido Heilbrunner llega una y muchas veces a nuestros
centros cerebrales, la impresión está reforzada, y las células asaeteadas por la percepción
correspondiente a Heilbrunner no dejarán escapar este grupo de sonidos, lo conservarán
tenazmente. Además, cuando durante la entrevista tomamos anotaciones, debimos escribir
varias veces Heilbrunner, y la impresión auditiva se convierte así en visivo-motora. Es ley en
psicología que cuantos más sentidos componen un recuerdo con mayor fuerza se graba