Relato verídico
Este es el hecho real de la estudiante universitaria que utilizó un esquema a modo de chuleta a los ojos de la profesora que examinaba sin que ésta se percatase de nada.Pretendiendo guardar el anonimato de esta persona (la estudiante universitaria de la que soy amigo), voy a llamarla “X” desde aquí hasta el final del artículo.
Llega el día del examen y X ha elaborado un resumen extraño, no de los típicos (esquema), sino de los que hoy denominamos Mapa Mental, sin saber que más tarde se lo llamaría de esta forma, lleno de garabatos, dibujos y colores, único y personal. Documento al que voy a llamar “Camaleón”. Se trata de un folio con fondo blanco, escrito a varios colores. Es un documento de aquéllos de los que generalmente sólo un@ mism@ puede sacar partido. Lleno de símbolos, dibujos y, casi hasta garabatos, todos ellos personales y únicos, ordenados de forma caótica para toda persona que no sea X. La información es fácil de descifrar sólo por la autora del mismo. Todo lo contrario para l@s demás.
Era un esquema, falto de palabras, con los suficientes garabatos para saber qué significaban y lo que tenía que contar detrás de ellos, caótico pero completo. Era consciente de que si tenía la oportunidad de utilizarlo, el aprobado estába garantizado porque no se olvidaría de nada. Se lo sabía pero dudaba de su capacidad de memorización para recordarlo todo.
Perversa lucidez
Pues bien, llega a clase y, teniendo clara cuál es la situación, los recursos de que dispone y las restricciones de tiempo para memorizar todo el contenido de Camaleón; X hace gala de un gran momento de lucidez (¿o quizás de perversión?) puesto que quedan dos horas para empezar el examen. Comprueba que la pizarra está llena de anotaciones. El profesor de la clase anterior al examen había escrito sus explicaciones en la pizarra y no la había borrado. Mira a la pizarra y baja la mirada hacia “Camaleón”, que está en sus manos. Vuelve a levantar la mirada y sigue viendo la pizarra llena de anotaciones, palabras, dibujos que han quedado de la clase anterior. Durante unos segundos su vista va de la pizarra a Camaleón y de Camaleón a la pizarra.¿Te imaginas qué es lo que X hace con Camaleón? Efectivamente, yo tampoco me lo creía cuando me lo contó. Se levanta de la silla con Camaleón en mano. Se dirige a la pizarra, ¡sí!, a la pizarra que va. Coge una tiza y se dispone a escribir, sobre las anotaciones del profesor, sus propio esquema de dibujos con la intención de que pareciese que pertenecían a la misma clase, pero con partes incongruentes.
Sus compañer@s, que estaban muy ocupad@s en repasar, no apreciaron lo que estaba haciendo X. En una mano Camaleón, en la otra una tiza. De arriba a bajo y de derecha a izquierda, X copia todo el contenido de Camaleón en la pizarra. Sí, así es. Tras unos minutos de ejercicio práctico de escritura rápida sobre pizarra, X ha pasado todo el contenido de su papel a la pizarra en forma de anotaciones, garabatos, dibujos, palabras. Rápidamente y como si volviese de haber estado hablando con un compañero de la primera fila, se sienta de nuevo en la silla y espera paciente, con una frialdad pasmosa, a que llegue la profesora y comience el examen. Aunque X había estudiado para el examen, quería tener la seguridad de que no olvidaría nada y por ello se arriesgó. ¿Quién iba a entender aquel amasijo de garabatos?, sólo ella.
La autoridad entra en escena
La profesora entra en el aula, deja encima de la mesa los folios en blanco con el membrete de la Facultad en la parte superior; comienza a explicar las normas para realizar el examen: consta de tantas preguntas; para aprobarlo hace falta sacar un 5 o más de un 5 sobre 10 puntos posibles; para completarlo tienen las siguientes 2 horas; no está permitido fumar, levantarse o hablar con l@s compañer@s. También advierte que cualquier alumn@ que sea vist@ utilizando una chuleta será suspendid@ inmediatamente y le será retirado el examen sin derecho a ser corregido ni revisado. Primero serán repartidos los folios y en último lugar el examen boca bajo. Sólo cuando ella diga (una vez que todas las hojas estén repartidas) se podrá dar la vuelta a la hoja y empezar el examen.La profesora comienza a repartir los folios con el membrete, termina y hace lo mismo con el enunciado del examen. ¿Qué hace X tras haber escuchado las normas? Esto:
Es decir, nada. Espera paciente y fríamente a que llegue el momento de empezar el examen. A todo esto, la profesora es completamente ajena a la maquinación que X ha llevado a cabo para aprobar el examen. La evidencia está ahí. Justo a sus espaldas, todo el mundo lo puede ver. ¡En la pizarra! Pero ni al entrar en clase, ni durante el examen, la profesora se da cuenta del retorcido atrevimiento de X.
El momento del delito
Te puedes imaginar que, de principio a fin, X hace uso de su pública chuleta hasta el momento en el que termina el examen, se levanta del asiento, dirige sus pasos hacia la pizarra (objetivo de sus miradas durante los últimos 90 minutos) y entrega el enunciado y los folios de examen perfectamente respondido a la profesora.Tras ello, toma la puerta de salida del aula con la misma frialdad de que ha hecho gala durante todo el proceso, espalda recta, paso firme, ojos semicerrados y en la cara la sonrisa perversa de aquéllas que exhibe el malo de las películas de terror justo antes de que los créditos comienzen a aparecer, cuanto ya todo el mundo piensa que la pesadilla ha acabado.
PD.: Hace años que X acabó la carrera y aquel examen nunca tuvo que repetirlo. La profesora no supo lo que en realidad ocurrió aquella mañana en el Campus Universitario antes y durante esas dos horas que duró el examen. X me dice que aquella fórmula que utilizó para estudiar la ha mantenido siempre que ha necesitado recordar algo y que hoy en día la utiliza para preparar sus conferencias. Es decir, en un folio dibuja los garabatos que representan el contenido de su conferencia y sólo tiene que ir recordando qué significa cada dibujo y hablar de ellos. X estaba empezando a utilizar Mapas Mentales aunque todavía sin saberlo
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