¿Le damos a las tutorías el valor real que tienen? Yo no lo hacía
al principio. Fuel al final de la carrera cuando me di cuenta de la
tremenda ayuda que suponían para mis estudios. Eso de hablar a solas con
los profesores sobre algo explicado en clase, me parecía que era de
gente que quería hacerse notar y sobresalir del resto para luego
conseguir mejores notas. Nunca me planteaba que pudiese haber algún
beneficio más allá. Solamente cuando empecé a tener la necesidad de que
se me resolviesen dudas concretas desde mucho antes del examen, debido a
que ya empezaba a llevar al día lo explicado en clase y trabajaba sobre
ello en casa o en la biblioteca, fue entonces cuando empecé a ir a los
despachos de los profesores. ¿Por qué no lo habría hecho antes? ¡Qué
pérdida de tiempo en el pasado! Pero si era tan sencillo como ir unos
minutos al despacho del profesor y preguntar. Duda resuelta. Ya está.
Lo que empecé a ver es que si, sobre todo no quería parecer tonto
delante del profesor por hacer una pregunta que mostrase un bajo nivel
académico por mi parte, ya que habría estado perdiendo mi tiempo y el
suyo, necesitaba prepararme la visita. Esto quiere decir que estudiaba
para la tutoría. No memorizando ni repasando como si fuese un examen.
Simplemente iba con la lección trabajada. Por lo tanto, las dudas que
tenía eran inteligentes en el sentido de que no eran obvias sino que se
trataba de dudas que surgían como fruto de dominar hasta un nivel
aceptable los contenidos de la asignatura a los que habíamos llegado
hasta ese momento. ¿Qué significaba esto? Que estaba estudiando desde el
principio, no dejándolo todo para el final. Que me encontraba a gusto
conmigo mismo. Que ganaba confianza en mí no sólo por llevar las cosas
al día sino porque era capaz de mantener conversaciones técnicas con los
profesores. Cosa que nunca me hubiera planteado como posible. Que, por
qué no decirlo, los profesores me conocían. Y eso siempre ayuda con las
notas. No porque les pudiese caer bien o no. Si no porque podían ver mi
progreso y esfuerzo durante el curso. Y esto cuando se tienen más de 150
alumnos en un trimestre no es nada fácil si la única forma de
interactuar con los alumnos es el examen. Además de todo eso, ¡encima
tenía a alguien que me resolvía las dudas!
Para sacarle el mayor partido, además de ir con el tema trabajado a
la tutoría, sólo preguntaba dudas muy concretas. Lo más posible. El
mejor momento era cuanto antes mejor. Un mes antes del examen mejor que 5
días antes. Y, por supuesto, en el lugar y horario indicado para las
tutorías. Solía pasar que pocos días antes del examen todo el mundo iba a
preguntar, formándose colas e incluso teniendo que volver al día
siguiente o quedándose las dudas sin resolver por no haber tiempo
suficiente para atendernos a todos. Lo mismo pasaba al terminar la clase
o si lo hacías en los pasillos. Poco tiempo, muchas distracciones y
otras cosas que hacer. Por ello, lo mejor era siempre ir en los horarios
indicados de tutorías.
Estoy convencido de que si hubiese hecho uso de las tutorías antes,
además de sacar mucho mejores notas, habría acabado antes la carrera.