Lo que viene a continuación es lo que hago como norma general por las mañanas, justo antes de empezar a estudiar.
Siempre tengo una serie de tareas delante que es beneficioso llevar a
cabo aunque el no hacerlas en el día de hoy tampoco supone un problema.
Se trata de cosas sencillas, de rápida ejecución y muy fáciles, como
por ejemplo: ordenar la mesa de estudio, chequear y responder al correo
electrónico, lavar las gafas que uso todos los días y a través de la que
sólo se ve la claridad ya, abrir la puerta para que la gata Babóg salga
a dar su paseo de reconocimiento matutino, …
Es importante que se puedan completar en un máximo de 20 minutos. De
esta forma consigo dos cosas. Quitarme de en medio todas ellas y así
dejar de pensar en que tengo que hacerlas. La otra es ganar confianza.
Cierto, una vez termino de hacer todas ellas, aunque hayan sido fáciles o
divertidas, pero se trataba de cosas que tenía que hacer, me encuentro
muy bien. Resulta más sencillo entrar en el estado ideal para acometer
la tarea más importante del día que es la del estudio.
Entonces ya estoy listo para empezar. He acabado con lo sencillo y
rápido y me encuentro fresco en incluso con más energía para ir a por lo
importante.
Esta forma de proceder va en contra de lo que para muchas otras
personas funciona muy bien: ir siempre primero a por la tarea más
grande, más difícil o pesada y acabar con ella cuanto antes. Pues bien,
aunque lo he hecho durante mucho tiempo así, con el paso del tiempo he
visto que emplear de 15 a 20 minutos al comienzo de mi jornada a las
pequeñas, me ayuda a centrarme más fácilmente y mejor con el estudio.
La explicación quizás esté en el hecho de que cuando tengo la mesa o
la habitación de estudio hecha un cisco, cada vez que la vista
periférica intercepta un papel arrugado que debiera estar en la
papelera, restos de goma de borrar sobre la mesa desde el día anterior,
el cable del iPod sin recoger, la caja de CDs vírgenes abierta, la
botella de agua vacía, el ratón del ordenador sin espacio para moverlo
por estar rodeado de rotuladores, 6 mensajes de correo electrónico ya
leídos pero no contestados, Babóg en medio de un episodio de locura
gatuna vespertina, … Me resulta más complicado alcanzar un nivel
aceptable de concentración y mantenerlo en el tiempo.