- Para nada, voy porque tengo que ir pero con lo que he hecho, nunca voy a aprobar.
- Es posible, quién sabe. Cuando salga la nota lo sabré.
- No creo aunque quizás tenga suerte y suene la flauta.
- Sí, por supuesto que me lo merezco
Las respuestas del tipo “1″ no dan lugar a
dudas, si ni tú mismo estás convencido de que hayas hecho méritos
suficientes para aprobar, no vas a aprobar por tus propios medios. Algo
externo va a tener que pasar para que ocurra lo contrario.
Que te hayas hecho una chuleta y que te pregunten exactamente lo que
pone en ella y que encima puedas utilizarla en el examen sin que te
pilen; que alguien te sople las respuestas; que puedas copiarte de tu
compañero de al lado; que el profesor tenga que ausentarse
momentáneamente de la clase debido un ataque de tos en mitad del
examen, no haya sustituto o profesor de apoyo y que en esos 10 minutos
que dura la tos puedas ayudarte de un libro, apuntes o un compañero para
responder correctamente a las preguntas.
Con las respuestas del tipo “2″ y “3″
estás diciendo que no has estudiando lo suficiente. Es posible que
merezcas aprobar con lo que has estudiado, pero seguro que no mereces
sacar un nota alta. De nuevo el factor suerte juega aquí un papel
importante. Aunque no tan extremo como en el caso anterior. Aquí te
valdría con que te pusiesen las preguntas de los pocos temas que te has
estudiado; que con las dos o tres preguntas que respondes más o menos
con cierta idea , sea suficiente para aprobar [ojo, aquí te abandonas a la suerte y es distinto a aplicar conscientemente el Principio de Pareto,
por lo que estudias lo que mayor probabilidad tiene de aparecer en el
examen después de haber investigado al respecto, es decir, sabes cómo "hacer trampa"];
que juegues a la lotería, es decir, que el examen sea de tipo test, en
el que te tienes que elegir una de entre 4 posibles respuestas y que aun
sin saber cuál es la correcta, cierras los ojos, apuntas con el dedo y
marcas la que más cerca queda del mismo.
En cambio, con respuestas del tipo “4″ te
encuentras en el estado ideal. Si has respondido sinceramente, seguro
que apruebas. Porque tú mismo sabes cuándo ha llegado ese momento. El
momento de decir, “he estudiado tanto (o no mucho pero simplemente lo
que tengo que estudiar y de la forma en la que tengo que hacerlo), que
apruebo seguro”. Tiene que ocurrir algo muy extraño para que no
apruebes. Por ejemplo, que te sepas muy bien la tabla periódica de los
elementos, tanto como si la hubieses creado tú y que luego vayas al
examen y te des cuenta de que tenías que haber estudiado a Cervantes
porque el examen es de Literatura y no de Química; también puede
ocurrir que le caigas tan mal, tan mal al profesor que aunque hayas
hecho todos los deberes a tiempo, entregado todos los trabajos,
documentos y prácticas de laboratorio dentro de plazo, intervenido en
clase y demás, resulta que le caes tan mal que aunque has hecho un
examen para un 10, resulta que te suspende.
Como verás, la suerte que se necesita en el primer y último bloques
de respuestas es muy remota, no tanto para el segundo porque las
circunstancias que se pueden dar para que apruebes no son tan extremas.
Llegados a este punto podrías decir que bueno, que tú eres alguien a
quien siempre se le ha dado bien lo de jugar a los dados y que
prefieres, ya que se trata de suerte, ir a por la opción “1″ porque es
la más cómoda y, como tú siempre tienes un montón de suerte… Perfecto,
adelante. Pero entonces esa información no va a estar a tu alcance más
tarde, en el futuro cuando la vayas a necesitar por motivos de trabajo,
investigación, formación o simplemente por placer. Los objetos no se han
guardado correctamente en el almacén… Además, ya sabes: “afortunado en el juego, desafortunado en amores” ¿En qué situación te gustaría estar? ¿en “1″ y abandonarte a la buena fortuna, en “2-3″ y quedarte a medias para ver si… o en “4″ y estar seguro de que a menos que haya una catástrofe, vas a aprobar?
La misma pregunta del título de este artículo (“¿Me merezco aprobar?”) se aplica para sacar la nota más alta, un sobresaliente o una matrícula de honor o un “10″ de ”10″ puntos posibles. Sólo necesitas cambiar el “aprobar” por “el sobresaliente”, “la matrícula de honor” o “el 10″. Y tú eres quien tiene la respuesta. No la persona que te va a corregir el examen. No quien te evalúa. No se trata de algo subjetivo, salvo en algunos pocos casos en los que en la corrección de la prueba, la interpretación y las creencias de quien corrige juegan un papel importante. Incluso en esos casos extremos, vas a preferir estar dando la respuesta “4″. Para el resto de los casos, cuando digo que no se trata de algo objetivo, quiero decir que tú eres quien suspende o aprueba. No es el profesor quien lo hace por ti. Acéptalo. Si respondes correctamente, no se te puede suspender. Si no lo haces correctamente, no se te puede aprobar. Tú eres quien tiene la respuesta.