Vistas de página en total

lunes, 19 de noviembre de 2012

7 cosas que la Ciencia podría enseñar a los políticos

Normalmente no suelo implicarme en asuntos sociales y motivos políticos/filosóficos/religiosos/letras por considerarlo asuntos sin fundamente ni sentido para mi, pero viendo la situación actual y tras leer este articulo en el blog "La aldea Irreductible" ; me pareció tan extremadamente objetivo, critico, científico y lógico que solo puedo dedicarles un aplauso y mi admiración por el trabajo desarrollado en dicho escrito. Y ahora con ustedes les dejo el susodicho artículo aquí;



Una de las definiciones más simples y a la vez más completas de Ciencia la escuché de boca del Catedrático de Física Atómica y Molecular de la Universidad de Sevilla, Manuel Lozano Leyva que, en una de sus charlas divulgativas, afirmaba con su habitual tono de humor, que la Ciencia es lo que se hace cuando se aplica el método científico. A pesar de la aparente redundancia y simpleza de la definición, personalmente creo que la frase de Leyva es la más ajustada y descriptiva, siempre que se conozca en qué consiste y cómo funciona dicho método científico.

Es un concepto fundamental que en muchos casos queda desapercibido, se olvida o simplemente se pasa por alto. Se cree erróneamente que la Ciencia es lo que dicen los científicos o lo que se publica en una revista científica, sin considerar que en realidad estamos ante un proceso que se aleja de esa idea dogmática y que no permanece estático una vez iniciado, sino que está expuesto a cambios, ampliaciones y rectificaciones.

También es muy común entender esos cambios y rectificaciones como errores de la Ciencia cuando en realidad son parte esencial de ella. Es desesperadamente habitual escuchar o leer el típico comentario de que la Ciencia se equivocaba cuando se pensaba tal o cual cosa hace unos años, sin entender realmente que el rectificar es parte esencial del camino científico… un camino que trata de comprender el mundo mediante la construcción sistemática de hipótesis medibles y verificables que se van aproximando cada vez más al verdadero funcionamiento de la realidad.

Existen numerosos libros o sitios webs dónde conocer en qué consiste el método científico de una manera bastante detallada, como el post que el profesor Arturo Quirantes dejó hace unos meses en Naukas (léanlo detenidamente, merece la pena), así que me limitaré a realizar una somera aproximación que nos sirva para continuar con este artículo.

Podría resumir que el método científico es una eficaz herramienta para descubrir cómo funciona el mundo a través de una serie de pasos que comienzan con la observación, la experimentación y/o la medición de un fenómeno natural. Tras estos primeros escalones el siguiente es la formulación de una hipótesis que explique ese fenómeno. Si la explicación se adecua a los datos y a los experimentos, se publica en Revistas especializadas, arbitradas y sometidas a un escrupuloso estudio y crítica por otros científicos. Esta comunicación es necesaria para que se pueda comprobar por nuevas personas y por otros métodos que la hipótesis es válida. Si la explicación es verificada de diferentes maneras y por otros investigadores, la hipótesis pasa a convertirse en una teoría.

Muchas veces se piensa que una Teoría científica (quizá el nombre despista a muchos) es una idea al azar que aún no tiene validez o que está por demostrar. Sin embargo, en Ciencia, una teoría es en realidad una hipótesis confirmada y verificada. Existen teorías que se han verificado y confirmado miles e incluso millones de veces (la Teoría de la relatividad o la Teoría de la evolución son los ejemplos más conocidos) y sobre ellas se ha construido nuestro mundo actual.

Pero como dije unos párrafos más arriba, la Ciencia no es estática y debe contemplarse como un proceso inacabado (y posiblemente inacabable) de aprendizaje. Incluso las teorías más sólidas se siguen poniendo a prueba y si surge una explicación que se adapte mejor al fenómeno, no hay ningún problema… se rectifica, se amplía o directamente se rechaza la idea anterior en favor de otra más completa o exacta.

Considerado objetivamente, el método científico es, sin ninguna duda, la herramienta más eficiente que poseemos para el conocimiento. No obstante, la Ciencia es una actividad intrínsecamente humana y por tanto, cualquier deficiencia en sus resultados o en su funcionamiento, no debe atribuirse a la herramienta sino a las personas que lo aplican de manera incorrecta.

El lector deberá disculparme este pequeño tocho que acabo de soltar pero, antes de charlar sobre el tema que refleja el título de este artículo, consideré necesarias estas líneas introductorias.

Viñeta de Forges 25 Febrero 2012

Y ahora, échenle un vistazo al mundo actual. Un panorama económico en crisis, unas previsiones energéticas, demográficas y climáticas preocupantes, diversos sistemas de toma de decisiones alarmantemente ineficaces y un ambiente social claramente revuelto, por citar algunos de los elementos más destacados de nuestro alrededor.

Desde que comenzó esta crisis hace ya cuatro largos años, nuestra clase política nos ha despertado casi diariamente con un paquete de nuevas soluciones que, siendo objetivos y sólo a la vista de los resultados, no hacen más que demostrar la vergonzosa incapacidad de quienes las han tomado.

En España, de todas estas reformas y soluciones que han adoptado los dos partidos políticos gobernantes durante la crisis, la más incomprensible y palmariamente errónea es, sin duda, el rechazo y el maltrato al que han sometido a la Ciencia.

Los grandes problemas que tiene hoy la Humanidad son problemas de Ciencia y sin Ciencia no se podrán solucionar. Los desafíos fundamentales que se abren ante nosotros son retos científicos y tecnológicos. Pobreza, hambre, acceso a los recursos básicos, sobrepoblación, energía, clima… tanto los problemas que llevamos siglos arrastrando como los que se nos abren en los próximos, solamente son solucionables desde la perspectiva crítica, objetiva y rigurosa que ofrece una mentalidad científica.

Entrevista a Pedro Duque, diario Siglo XXI 25 Junio 2012

Y sin embargo, aquí estamos… cuatro años de recortes en Ciencia, Investigación y Desarrollo, que en realidad significan cuatro años recortando en las soluciones.

Nuestros gobiernos, tanto unos como otros, tanto PSOE como PP, han decidido sucesivamente que nuestro país cuente con casi un 40% menos de Ciencia en apenas 36 meses… y además, confían tanto en el acierto de esta política de recortes, que los próximos presupuestos que están por llegar contarán nuevamente con más maltrato, más rechazo y más tijeretazos.

Hace apenas unas semanas se publicó la última Encuesta de Percepción social de la Ciencia y la Tecnología que cada dos años realiza FECYT y en ella se arrojan datos contundentes: El 90% de los españoles piensa que la I+D+i mejora la calidad de vida y contribuye al desarrollo económico

A la vista de tan demoledores datos, y teniendo en cuenta las obstinadas y continuas medidas de recorte por parte de nuestros políticos, no parece descabellado discurrir que ese irritante 10% restante debe de reflejar el porcentaje correspondiente a los altos cargos españoles del PSOE y del PP que nos han gobernado durante los últimos años… no tengo otra explicación, aunque estoy abierto a cualquier sugerencia.

Dos cosas parecen claras. La primera es que la inmensa mayoría de los ciudadanos considera que la Ciencia es la principal y más directa solución a nuestra actual crisis. La segunda es que los políticos responsables de gobernar han optado como solución, durante cuatro años consecutivos consecutivas, recortar el presupuesto en Ciencia.

Estamos ante dos evidentes e indiscutibles hechos que, sumados a la falta de resultados positivos, dejan la solución de recortar en Ciencia no sólo como una de las más ineptas y estúpidas que se podían tomar, sino que además, y a la vista del inmenso porcentaje reflejado anteriormente por los ciudadanos, es una de las decisiones políticas más antidemocráticas de la Historia reciente de España.

Personalmente, y como he manifestado en numerosas ocasiones a través del pajarito, creo que el futuro de nuestro país sería mucho más halagüeño si nos gobernaran un grupo de primates decidiendo al azar mediante tiradas aleatorias de dados.

También es cierto que la opción de los primates con cubiletes puede resultar demasiado extrema para alguno de ustedes que, tras leer de las excelencias del método científico, considere que el gobierno óptimo sería el formado, no por políticos, sino por científicos. Seguramente sea correcto y nos iría mejor si estuviéramos regidos por científicos, aunque a estas alturas también es verdad que nos iría mejor si nos gobernara cualquier otro colectivo, salvo el que actualmente lo está haciendo (primates con dados incluidos).

Yo no voy a dejarme llevar por la utopía de una sociedad regida por científicos ya que considero que los científicos están bien donde están y se deben dedicar a lo que se dedican: hacer Ciencia.

Pero sí es cierto que el método científico, la Ciencia y la investigación que tanto están recortando podría enseñarles mucho (y bueno) a nuestros actuales políticos.
  1. Detectar errores y cambiar de opinión
La Ciencia es la mayor y más eficaz construcción del ser humano. Desde sus inicios hasta la actualidad ha supuesto el más asombroso esfuerzo colectivo de conocimiento que la Humanidad ha llevado a cabo en toda su Historia. Su eficacia radica en la perfección de su funcionamiento: detecta errores y los corrige. Es el mecanismo esencial por el que hemos avanzado, aprendido y comprendido el mundo en los últimos milenios.
En la Ciencia suele ocurrir que un científico diga: “Es un buen argumento, yo estaba equivocado”, cambie de opinión y desde ese momento no se vuelva a mencionar la antigua posición. Realmente pasa. Aunque no lo frecuentemente que debería ya que los científicos son humanos y el cambio es a veces doloroso. Pero ocurre cada día. No recuerdo la última vez que algo así pasó en política o religión. – Carl Sagan.

Evidentemente, la incapacidad práctica de la actual acción política deriva de este básico aspecto. En sus mentes el error es inconcebible y más aún el corregirlo cambiando de opinión. La base de la política es, en la mayoría de las ocasiones, una determinada ideología, un ideario preconcebido que debe respetarse a pesar de los datos y evidencias que ofrezca la realidad. Las decisiones se toman en base a esos dogmas ideológicos y la posibilidad de que algún político se plantee una crítica, una dimisión o un cambio de estrategia hacia tiende asintóticamente a cero mientras están en el poder.
  1. Otras ideas pueden ser mejores o más exactas que las tuyas.
Está íntimamente conectado con el primer punto que acabo de relatar pero ahonda un paso más en el mecanismo de reconocimiento y rectificación de los errores. En Ciencia la hipótesis más correcta es la que mejor se ajusta a la realidad, las observaciones o los experimentos sin importar de dónde provenga.

Lo decía Richard Feynman en una de sus magistrales clases:
No importa lo bonita que sea tu suposición, no importa lo listo que fuera el que realizó la suposición o cuál fuera su nombre… si no concuerda con los experimentos, es errónea.

Sin embargo y fíjate por donde, en política sí parece importar quien hace esa suposición, de dónde surge la idea, o cómo es su nombre… si es del partido contrario, es errónea.
  1. Prudencia.
En julio de este año 2012 la Física ha culminado (con relativo éxito) una de las búsquedas más profundas realizadas en las últimas décadas de la Ciencia. Desde que a mediados de los años 60 Peter Higgs propusiera la hipótesis de su puñetero y esquivo bosón, han sido miles los científicos que han estudiado e investigado su posible existencia.

Una de las cosas que más me llamó la atención de aquel día histórico en el que los experimentos del CERN confirmaban su descubrimiento, fue la prudencia y la paciencia con la que se llevó todo el asunto. A pesar de que el Higgs era congruente con el modelo estándar de física de partículas, a pesar de que durante los últimos años se había acotado el rango de energía en dónde se encontraba, a pesar de el grado de fiabilidad llegaba a los 6 sigmas!!… aun así, y entre la alegría lógica del momento, las reacciones de prudencia eran mayoritarias entre los responsables del descubrimiento.

Las evidencias indican… los experimentos apuntan… incluso el más aventurado de los científicos sabe que debe frenar sus impulsos naturales de gritar Eureka, puesto que hasta las hipótesis más consolidadas se siguen poniendo a prueba a diario.

La cautela es una de las características intrínsecas del método científico y cuando se prescinde de ella o se lanzan campanas al vuelo sin la certeza necesaria, puede llegar a arruinar una brillante carrera.

Rajoy arregla esto de dos patás (El Mundo, 30 Enero 2011)

Nuestros políticos no son prudentes. Lo importante es vender humo, sin pararse a pensar siquiera en lo que se dice o lo que se vende. El prometer es tan barato y rentable que se ha convertido en la moneda de cambio por la que se ganan unas elecciones y por la que se consigue el poder de gobernar.



No hay necesidad de cumplir lo prometido, no existe ningún compromiso con ninguno de los postulados propuestos en tu programa y además no te espera ningún sistema de pares que te vaya a retractar lo que prometes porque no se corresponde con la realidad.

Si a esto le sumamos un electorado olvidadizo que volverá a votarte en las próximas elecciones porque no le importa comprar tus nuevas promesas sin acordarse de las antiguas, nos encontramos ante el escenario perfecto para el absurdo despropósito en el que vivimos.
  1. Cultura
En los tiempos que vivimos el ser “inculto” representa un desprestigio social que un político no se puede permitir. Desde la célebre conferencia de C.P. Snowinvitando a la superación de las mal llamadas “dos culturas” hasta los esfuerzos de Wilson en la “consiliencia” de las diversas disciplinas que abarcan el conocimiento humano, muchos intelectuales han intentado durante décadas superar la estúpida distinción de letras y ciencias. Aun así, todavía hoy el “tener cultura” es sinónimo de estar versado en literatura, en arte o en historia, sin que se considere un problema demasiado grave que el sujeto culto no posea ni las más mínimas nociones científicas que se exigen a un escolar… ya saben aquello de “yo es que soy de letras, a mi no me mire”.

Ningún campo, ni estudio, ni disciplina, ni arte ha aportado tanto a la cultura y el conocimiento universal como la Ciencia. La nefasta definición de “Humanidades” como reflejo de las expresiones artísticas o filosóficas del ser humano ha apartado incomprensiblemente la más humana y vital de todas las actividades: saciar la curiosidad descubriendo cómo funciona el mundo.

Como si la creación científica no necesitara de la inspiración, técnica y esfuerzo que requiere una obra de Miguel Angel o Picasso. Como si la Teoría de la Relatividad de Einstein o las ecuaciones de Maxwell hubieran sido realizadas por una especie de androides inhumanos y mecánicos carentes del ingenio, la originalidad y la creatividad de Van Gogh.

Quizá por esa visión distorsionada de la Ciencia, se ha pensado que se puede tener cultura sin saber Ciencia. Esto es falso. Si no sabes de Ciencia, ni siquiera los conceptos más básicos, eres simple y llanamente un inculto… y la mayoría de nuestros políticos, salvando honrosas excepciones, no tienen ni puta idea… Así, como suena: son unos completos y absolutos incultos.



Y es preocupante porque el Gobierno no es un rebaño de abogados debatiendo detalles legislativos. Estos representantes elegidos son los encargados de decidir las más relevantes cuestiones educativas, sanitarias, energéticas, tecnológicas o medioambientales. Y qué pueden saber de energía o sanidad, políticos que lucen orgullosos una powerbalance en sus muñecas.



La Ciencia es la parte más importante de nuestra cultura y nuestros dos últimos partidos gobernantes han decidido podarla hasta dejarla en los huesos. Recortar en Ciencia es el más evidente ejemplo de incultura política que, para mayor sonrojo, tiene su máximo exponente en la designación de toda una sarta de ineptos como Sinde o Wert al frente de ese Ministerio.
  1. Idiomas
La Ciencia habla inglés. Cualquier persona que aspire a convertirse en un buen científico debe dominar esa lengua. Las investigaciones y descubrimientos se escriben en inglés, las revistas de mayor impacto están escritas en inglés, en los simposios y reuniones científicas se habla inglés y en la imprescindible comunicación entre pares y colegas se habla en inglés.

Para leer un paper, para consultar datos, dudas, ideas e información con un científico en otra Universidad, para publicar un artículo de tu trabajo e incluso para mejorar tu carrera en la Ciencia es fundamental pasar un tiempo viviendo y conociendo cómo trabajan en otro país. Hoy en día no se concibe ser un buen científico sin un manejo adecuado del inglés.

Y sin embargo, un espeluznante porcentaje de nuestra élite política apenas chapurrea un “jelou, gud morning and zenkiu” mientras desesperadamente clava su mirada en los ojos de sus traductores pensando “venid corriendo y sacadme de aquí que no entiendo un pimiento”. 



Las imágenes que pudimos ver de Zapatero en una Conferencia Internacional, deambulando de aquí para allá, rodeado de Presidentes de otros países que charlaban en corrillo entre ellos, mientras el español sonreía bobalicón sin entender nada, no son más que otra manifestación de la incultura reinante en las altas esferas de nuestra política.



Esta no es una lección que los políticos deberían aprender solamente de los científicos. En la actualidad, el comercio, el marketing, la tecnología y casi cualquier actividad relevante que se realice en un marco internacional requiere de un uso fluido del inglés.
  1. Tratar con rigor los datos y los números
Dedicar una gran parte de tu vida a una investigación científica implica hacer un gran esfuerzo por obtener los datos más rigurosos posibles. La exactitud de esos números en disciplinas como la astrofísica, la nanotecnología o la química llega a ser de milmillonésimas y aún así se busca más.

En política los datos son otra cosa. La flexibilidad que demuestran algunas cuentas realizadas por nuestros gobernantes dejaría pasmadas a las integrantes del equipo olímpico de gimnasia artística. Si los cálculos de la misión Apollo para llegar a la Luna hubieran dependido de alguno de nuestros recientes Ministros o Secretarios de Estado, el difunto Neil Armstrong hubiera aparecido en el almeriense desierto de Tabernas junto a su émulo castizo Tony Leblanc. Se estiran o se encogen a conveniencia, se ocultan si llega el caso, se tergiversan cuando no convienen…



¿Qué presupuestos podemos esperar de unos profesionales capaces de un contorsionismo numérico tan aberrante? ¿Qué rigor ofrecen unos políticos que, sin pudor alguno, pueden llegar a elaborar estadísticas y porcentajes a conveniencia, y a quienes los únicos números que les cuadran son los euros de su nómina a final de mes?

¿Alguien se ha puesto a pensar que gobierno que afirma que en esta manifestación había 35.000 personas es el mismo que cuadra los balances y presupuestos generales del Estado?



Solo tengo dos explicaciones ante este despropósito: O el anumerismo de algunos altos cargos del Estado es tan profundo que no saben ni contar ni sumar, o tienen tan poca vergüenza que ya no es problema para ellos alterar cualquier cifra siempre que beneficie a su ideario político… elijan ustedes la opción que más les asuste u ofrézcanme otra más acorde a la realidad.
  1. Visión general
El conocimiento acumulado que a lo largo del tiempo nos ha ofrecido la Ciencia ha permitido descubrir cuál es nuestra posición en el Universo… Copérnico, Galileo, Kepler, Wallace, Darwin y tantos otros nos han bajado los humos mostrándonos que no somos el centro de nada, que las estrellas y los planetas no giran alrededor de nuestro ombligo, y que ni siquiera somos una especie elegida surgida del aliento divino de un ser superior… La Ciencia nos ha enseñado el verdadero lugar en el que vivimos.

"Blue Marble" - imagen NASA

Cuando en diciembre de 1972, en plena guerra fría, la tripulación del Apollo 17 sacó esta maravillosa foto de la Tierra muchos pensaron que haría reflexionar a los gobiernos del mundo y que podría significar una comprensión, casi filosófica, del quienes somos realmente y del lugar que ocupamos en el Cosmos. Muchos creyeron que la mera contemplación del espectáculo en directo que representa nuestro pequeño punto azul pálido flotando en el inmenso y oscuro espacio iba a conducir indefectiblemente hacia un plan global que arreglara los desajustes humanos que nos aquejan.

Cuarenta años después no parece que esta imagen haya conmovido demasiado ni los corazones ni las mentes de quienes dirigen el mundo.

Los políticos no funcionan así… llegados a este punto casi me atrevo a desvelaros un pequeño secreto sobre ellos: Los políticos no quieren realmente cambiar el mundo, si lo quisieran se harían científicos. Miren a su alrededor, piensen en la vida que llevan y comprobarán que los verdaderos cambios de la Historia que le afectan a usted han llegado de la mano de la Ciencia… de la medicina, de la tecnología, de la informática.

El político, en su versión más habitual, no tiene (ni al parecer necesita) una visión global. Su rango de visión apenas alcanza los cuatro años, plazo en el cual el horizonte se les vuelve oscuro y con notable dificultad tan solo aciertan a divisar qué nuevo espectáculo electoral podrán montar para ganar nuevamente las elecciones.

Problemas globales arrastrados desde hace siglos tan solo obtienen una solución legislativa momentánea aplicable al breve periodo al que tienen graduadas sus gafas de cortoplacismo… y como comprenderán, así no hay forma de afrontar ningún problema serio. A lo más que están llegando con esa reducida mirada es a ir parcheando y aplicando tiritas que mejoren su propia imagen en la siguiente encuesta de intención de voto.
Los hombres podrían ser incomparablemente más felices de lo que son, y que podrían, en poco tiempo, realizar grandes progresos en incrementar su felicidad, si estuviesen dispuestos a hacer lo que deben. Tenemos a la disposición medios excelentes para hacer en 10 años más de lo que se podría hacer en varios siglos sin ellos, si nos entregamos a hacer de ellos lo mejor posible, y no hacer nada más excepto lo que se debe hacer

Esta frase la dejaba en el viento de la Historia el genial matemático Gottfried Leibniz hace ya tres siglos… desde entonces poco ha cambiado: tenemos claros cuáles son nuestros problemas y qué debemos hacer para solucionarlos, el porqué no lo hacemos sigue siendo una incógnita para muchos de nosotros.